La verdad es que nunca entendí mucho de cocina, para que nos vamos a engañar….. pero todas esas conversaciones de las que estaba siendo testigo me empezaron a llenar de curiosidad. Habíamos quedado esa noche a cenar, y cada una de las amigas llevaría algo para la cena. La verdad, es que disfrutaba de una tarde bastante tranquila y relajada, pero cuando pasaban de las seis de la tarde, ya la veía a ella mirar más de lo normal para la cocina, la notaba como preocupada,
- Estás bien?
- Si !!!, si, claroooo.
- El pulpo va bien?
Si, claro, perfeeeectooo, me decía…. No sé… yo la veía rara.
Sobre las ocho y media, me pasé por la cocina, y la vi atareada con el pulpo, que por lo visto ya se había hecho.
- Te puedo ayudar en algo?
- Sí, ven….. prueba…..
Bueno, comí un trozo, la verdad es que el olor que desprendía aquella cocina era impresionante….. Probé un trozo, riquísimo le dije, bueno, cogí otro….
- En serio?
- Si, está buenísimo.
- No sé, no crees que está un poco duro?
Bueno, yo no entiendo mucho, pero la verdad es que cuando me lo dijo lo pensé, pues ahora que lo dices, pero no sé, yo pensaba que el sabor compensaría un poco la dureza del pulpo, y no creo que tuviese mayor importancia. De todas formas la seguía viendo preocupada.
Llegó la hora de la cena, y tras los saludos de rigor, y haber dejado la parte de la “cocina” que nos pertenecía en su sitio, nos decidimos a probar la sangría que habíamos hecho, era una sorpresa, la tomamos como aperitivo, y la verdad es que estaba buenísima. Al principio, todos éramos un poco reacios, serían los primeros momentos, ya se sabe, es un poco caos todo, y más cuando eres nuevo y es la primera vez que los conoces. A mí, me vino muy bien para “salvar” mis primeros diez minutos de timidez, en ella, la sangría vi una especie de salvavidas cómplice que relajara mis manos. Las verdad es que estaba buena la “jodía”, y entraba como Diosss, yo creo que tomé tres vasos. Los otros, al principio dudaron, pero la verdad es que la sangría duró cero coma, nos habíamos quedado cortos, creo.
Mientras empezamos a tomarla, Ingrid nos reunió a todos, y nos dijo que había cambiado de idea con respecto a la carne que a ella le correspondía, que lo había pensado mejor y que en vez de rosbif con salsa, había decidido a última hora, hacer “carpaccio” con solomillo de ternera. A mí, la verdad, es que como no tenía ni idea, de cómo era una ni como era otra, me pareció estupenda la idea, pero me dio la impresión de que había empezado a hacerla de una manera y la había terminado de hacer de otra. No sé, ya veríamos…..
Por fin, conocí a Mercedes, me había hablado mucho de ella, y mientras tomaba mi primer vaso de sangría, por fin nos pudimos presentar, es una chica encantadora. Me fijé que ellos no habían traído nada. Claro, luego lo pensé, como a ella le tocaba hacer los postres, pues los sacará luego cuando corresponda, por lo que los habría dejado en casa, lógicamente. Tenía inquietud por como se habría resuelto aquello de las “natillas cortadas” que había estado escuchando en la conversación de la tarde.
Bueno, yo creo que ya estábamos todos listos para sentarnos alrededor de la mesa, la cena ya estaba en si sitio, el pulpo al horno, la verdad es que tenía muy buena pinta, procuré que la bandeja cayese un poco por mi lado, porque creía que era mi salvación ante esos momentos recurrentes que necesitas comer algo para disimular tu timidez. Rose, aparte del pulpo había preparado una ensaladilla de marisco, por recomendación mía tengo que decirlo sí…. pero la hizo a su manera, con trocitos de huevo duro, sepia y gambitas, y la verdad es que estaba deliciosa. También había llevado un paté de ave que también estaba de muerte.
Yo miraba todos los platos, y los miraba a ellos, y empezamos a cenar, bueno, la carne de Ingrid, se hizo un poco de rogar. O al menos yo no la vi, porque no le quitaba el ojo al pulpo… Creo que fue mi salvación, y después de servirme Jorge muy amablemente la bandeja, (que por cierto la tenia enfrente mía, y ya procuré de que al servirse todo el mundo se quedase en el mismo sitio….), los empecé a saborear, el primero que me tocó era muy grande, con lo cual pensé que si me lo llevaba todo a la boca, iba a parecer un poco ansioso, por tanto me tomé mi tiempo y lo troceé con el cuchillo. Ahí me di cuenta un poco de su resistencia, pero no le hice mucho caso, al llevármelo a la boca noté ese sabor y ese olor que me resultaba tan conocido. Joder, que bueno estaba…. Si, efectivamente también estaba un poco durillo, pero no creo que nadie lo notase…..
Bueno, después, conforme lo íbamos probando todos, creo que sí que se dieron cuenta, pero estaba delicioso, así que no creo que le dieran mucha importancia, porque la bandeja empezaba a decrecer a un ritmo alarmante para mis ojos…. Chico, o te espabilas o te quedas sin pulpo, porque aquello tendía a disminuir de forma alarmante….. Si, estaba la mesa repleta de todo, pero la fijación que todos teníamos con el pulpo era un poco sospechosa.
Algunos hicimos alarde de echarnos en los platos, otras cosas, yo por ejemplo probé la ensaladilla, y me eché un poco de paté, no estaban mal, pero seguía mirando con cariño al pulpo….
Estaba tan preocupado por él, que no me había dado cuenta de que cada vez que bebía un poco de un vino riquísimo que nos había servido Jorge, la copa decrecía al mismo ritmo que volvía a crecer de nuevo. No sé si había estado toda la tarde entrenando porque aquello era como magia, bebías, mirabas al pulpo, y de nuevo tenías la copa llena, no te podías descuidar un segundo. Pero lo más extraño de todo no era eso, es que a todas las copas les pasaba lo mismo, la mía lo podía entender ya que estaba sentado a su lado, pero es que a las de la otra punta les pasaba lo mismo. Yo creo que esa noche, Jorge elevó el acto de servir vino a la categoría de arte.
Estaba tan preocupado por la magia del vino y por la ausencia de pulpo que casi no me había percatado de que Ingrid ya había bajado la fuente de su carne, a ver, de la carne que había preparado…. Un rosbif riquísimo de ternera “acarpacciatto”….. Bueno, me cambiaron la fuente del pulpo por la de la carne, y ahora la tenía justo enfrente mío, con lo cual tuve que hacerle frente, y me serví tres o cuatro trocitos con su correspondiente salsa a la que no dejaba de observar, no sé, me traía como recuerdos de aquella misma tarde. He de decir que la carne no estaba mal, estaba sabrosa, y además cortada de forma magistralmente fina, con lo que se me hizo muy amena de comer. La salsa? Bueno, la salsa me pareció buena también, estuve intentando buscarle el sabor ácido toda la noche pero no se lo encontré, no sé si es como yo entiendo poco de cocina y de sabores, o es que al final lo habrían arreglado, la cuestión es que yo me la comí y a mí, me gustó….
Entre tanto, en medio de toda la cena, la verdad es que estuvimos pasando un rato más que agradable y divertido, yo me reí mucho con todos, cada uno tenía su aquel de chispa ocurrente, me llamó la atención la escenificación corporal de Mercedes cuando cuenta sus cosas, le da un temple a su palabra como muy tranquilo pero las acompaña con una escenografía de gestos que hacen convencerte a las primeras de cambio, y denota una seguridad en su humor que resulta contagioso. Bueno, la verdad, es que te partes con ella….
Ignacio, sin embargo es distinto, su humor es más incisivo, habla menos pero apunta mejor, el de Jorge es más tímido, como más científico, pero la verdad es que me reí mucho con sus chistes. Ingrid es más impulsiva, su humor lo traslada a la realidad de sus propias vivencias y te hace meterte dentro de sus cosas, te atrapa con su voz y te cuesta salir, tiene un don especial para implicarte en todo lo que habla o dice. Fue un rato superagradable. La verdad, es que no tuve noticias de mi timidez en ningún momento de la velada. Me resultó muy fácil la integración en esa mesa.
Por fin, llegamos a los postres, no me había dado cuenta de cuando se ausentó Mercedes, prueba de lo despistado que soy o de lo entretenido que me lo estaba pasando, cuando por fin la vi llegar con un platito de merengue americano para cada uno, debían de ser los de las famosas natillas “cortadas”, lo deduje por su color blanquecino, y de nuevo la expectación me subió y volvieron los recuerdos a aquella misma tarde. La miré, me fijé en ella, y estaba también expectante, pero no la vi nerviosa, al contrario, nos animó a todos deseándonos suerte, cosa que no hacía falta porque la pinta que tenían no era mala del todo….. También había hecho un puding de naranja y chocolate…… que puso al centro de la mesa. El merengue estaba riquísimo, y si las natillas se le habían cortado, la verdad es que no me enteré mucho, porque aquello estaba rico rico de la muerte, luego probé el puding, exquisito, pero no sé, me quedo con “el merengue cortado”, me encantó.
La verdad, es que después de los postres, nos ocurrió algo inusual, no sé si porque la magia de Jorge ya había empezado a hacer efecto o porque el cachondeo que teníamos era tan supino que casi se nos olvidó tomarnos el café, porque yo, después de los postres, estuve un rato esperando el café, y allí yo no paraba de beber cava, y vino, el vino creo que se me pegó toda la noche, y el cava, y el vino. Veía la mesa recogida, casi ya no quedaba nada encima, pero las copas de vino, seguían llenas, no sé porqué……
Total, que nos liamos a hablar y a hablar, y al final ni nos dimos cuenta de que eran altas horas de la madrugada, y ya habíamos traspasado la línea que nos separa del momento copas. Claro, a alguien se le ocurriría algo al respecto, el vino me salía por todas partes…. Y bueno, el momento copas fue apoteósico. Nos vimos todos allí, asintiendo, sí, es la hora de las copas, necesitamos copas, queremos copas, ahora vienen las copas, tocan las copas, venga, las copas…… total, que al final, las copas se resistieron, yo creo que pensamos tanto en ellas que casi se nos olvidaron. Bueno, pero no pasa nada, eh, el vino no sé porqué extraña razón aún no había terminado de desaparecer del todo… así, que no las eché mucho de menos.
No, pero aparecieron por fin, después del caos de las copas, vino el nuestro, ya teníamos las copas y no sabíamos que hacer con ellas, bueno, la verdad es que a esa hora de la madrugada, las copas eran invitadas silenciosas, porque la conversación amena y divertida que mantuvimos toda la noche, siguió con su misma tónica, jamás había tenido tanto “cachondeito” junto alrededor de una mesa, incluso cuando las copas, o el vino, o el cava, o la sangría empezó a hacernos efecto, hicimos todos un alarde dialéctico de nivel bastante alto, dándole a la conversación ese toque instintivo de apasionamiento, profundidad, reflexión y sinceridad que mezclado con todo el sentido del humor que se desprendía de cada poro de aquella mesa hizo de la velada un momento inolvidable.
Eran las seis de la mañana, y la magia de Jorge no nos impidió dar con la puerta de entrada de acceso al jardín de casa. Dimos con ella, eso si, no sin algo de esfuerzo. Gracias a todos por esa maravillosa cena y ese momento agradable y encantador que nos hicisteis pasar.
Pero bueno!! Hola Fran, encantada, yo soy Elena, la "cuñá" política. Pero vamos que de política poco o nada.
ResponderEliminarTe gusta escribir,no? Enhorabuena por tu libro... digo... por tu entrada al blog.
Qué sorpresa encontrarme con este artículo firmado por ti. Entonces es cierto, existes! Menos fotos de pelis y más fotitos de la cena y así ya doy mi visto bueno completo a Rosse...
Saludos. Elena.
Elenita, Elenita.... jajaja
ResponderEliminarLa próxima vez a lo mejor, puede que, si se tercia, con suerte, lo mismo... hacemos fotos. Lo que no garantizo es que salgamos nosotros o las copas de vino, o Lucas, o el plato moviéndose...
Hola Elena, aqui Fran.... luego existo.
ResponderEliminarEncantado y enhorabuena por llegar hasta el
final del libro.... digo del tocho....
(lo del visto bueno ya me lo explicarás.....)
saludos....