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miércoles, 24 de diciembre de 2014

lunes, 15 de diciembre de 2014

PASTEL DE COLIFLOR Y MASCARPONE



Se acerca ya la Navidad y hoy traigo una receta sencilla, muy sabrosa y además económica, que puede funcionar muy bien como un perfecto entrante en alguna de las comidas o cenas de estas fechas.
Es un pastel que se parece mucho a la conocida Quiche Lorraine, pero este lleva menos huevos y un poco más de queso. Para quien tenga cerca a alguien reacio a la coliflor, os diré que el sabor de la coliflor casi no se nota y la textura es súper agradable.

Aunque la coliflor se puede encontrar en cualquier mes del año, ahora estamos en plena temporada de esta hortaliza, así que habrá que aprovechar sus múltiples propiedades pues está en su mejor momento.
Por cierto, que si le veis manchas oscuras en la masa (masa o pella es la parte comestible, la cabeza de color blanco), o los "arbolitos" que la componen están separados, o tiene partes blandas, significa que es una coliflor vieja, así que mejor elegir otra bien blanca, apretada y dura. Aunque no todas son blancas, pues según la variedad, la masa puede ser blanca, verde o violeta, pero en todos los casos su sabor es suave y un poco dulzón.
 Cuales son sus propiedades? Pues es diurética y no engorda, pues su principal componente es el agua y tiene bastante fibra, además de Vitaminas B5 y B6, ácido fólico, potasio y fósforo. Así que es buenísima para el organismo.
Pero como a quien no le gusta seguro que le busca los inconvenientes, me adelantaré y diré que aunque sea una hortaliza estupenda, también provoca flatulencia. Nada que no pueda solucionar una infusión de anís verde con manzanilla o de hierbabuena.

Así que voy con la receta.

Los ingredientes necesarios son:

1 base de Masa brisa o Quebrada 
1 Coliflor 
1 Cebolla 
250 gr. de queso Mascarpone 
3 Huevos 
30 gr. de queso Parmesano rallado 
100 gr. de Jamón serrano en daditos 
Sal
Pimienta 
2 cucharadas soperas de Aceite de Oliva Virgen Extra

Preparación:

Primero lavamos la coliflor y la preparamos separandola en ramitos con las manos. 
La cocinamos al vapor o la hervimos en agua con sal. No debe quedar muy tierna, así que a los 10 minutos sacamos uno de los ramitos y lo partimos con un tenedor, para comprobar que aunque se parte muestra un poco de resistencia. Si queda muy blandita se deshará y quedará como una papilla al mezclarla con los otros ingredientes, y es mucho más agradable notar la textura.

Mientras se cuece la coliflor, picamos la cebolla y la pochamos bien en una sartén con aceite. Cuando esté doradita, la salpimentamos un poco y le añadimos la coliflor. Rehogamos el conjunto para mezclar los ingredientes durante un par de minutos más. Reservamos.

En un bol grande batimos los huevos y los mezclamos bien con el mascarpone, el parmesano rallado y el jamón.

Cuando la coliflor se haya enfriado, la vertemos en el bol de la mezcla anterior y rectificamos de pimienta y sal.

Forramos un molde untado en aceite con la masa y la agujereamos con un tenedor para que no suba. Vertemos el relleno de coliflor y lo esparcimos bien. Cocinamos el pastel a 190 grados durante 25 minutos o hasta que esté dorado al gusto.

Listo!
Espero que os guste.
Volveré pronto!

Rossella

jueves, 4 de diciembre de 2014

HELADO DE TURRÓN DE JIJONA


No suelo hacer helado en casa, y la verdad es que no sé por qué, porque aunque no tengo heladera hacer helados es realmente sencillo. Lo normal es que haga helado de turrón, y además en invierno. Por qué?, pues no porque haga calor en invierno, claro (aunque todo podría ser por el camino que vamos en  Alicante…), sino porque es por estas fechas, cuando empiezo a pensar en las Navidades y las compras, cuando descubro al fondo de la alacena dos pastillas de turrón olvidadas desde el año pasado. Entonces me decido.
Después de hacerlo pienso que por qué no lo hago más a menudo con lo rico que está!! Además, si no lo como en Navidad… pues tendré que comerlo en otras fechas. No, en Navidad no como turrón, soy así de rarita. Pero es que es ver una bandeja llena de turrones y polvorones y me empacho. Y me encanta el turrón, pero en Navidad no… Manías...

El turrón es un dulce típico de Navidad, que se elabora en Jijona (Alicante). Es una masa que se obtiene moliendo varias veces almendras marcona y azúcar, y a la que en ocasiones se añade miel, canela u otros ingredientes, según elaboraciones y fórmulas. Básicamente es esto, pero ya escribiré algo más extenso en otra ocasión, pues en casa ha sido habitual hacer nuestro propio turrón cada año unas semanas antes de Navidad.

Yo hago el helado de turrón con tropezones, como Dios manda, porque es una delicia encontrar los trocitos de turrón en cada cucharada. Y aunque lo hago sin heladera, queda súper cremoso, pues la base grasa de la leche entera y de la nata, y el azúcar invertido, impiden la cristalización.


Os cuento.

Ingredientes:

600 ml de Leche entera
800 ml de Nata de montar con el 35% MG
6 cucharadas de Azúcar invertido (ver receta pinchando aquí)
3 cucharadas de Azúcar blanquilla
2 tabletas de Turrón de Jijona
4 Yemas de huevo
1 pellizco de Sal
2 ramas de Canela

Y lo hacemos así:

Picamos finamente una de las tabletas de turrón y reservamos. La otra tableta la reservamos para los tropezones.

Infusionamos la leche con la canela. Para ello, en un cazo vertemos la leche y lo ponemos a calentar junto con las ramas de canela. Cuando empiece a hervir, retiramos del fuego y reservamos durante cinco minutos. Pasado este tiempo retiramos la canela y añadimos la nata. Volvemos a poner a calentar a fuego muy suave, pues no debe llegar a hervir.

Mientras toma calor la mezcla, en un bol mezclamos las yemas de huevo con el azúcar y batimos con unas varillas hasta que tomen un color blanquecino y cremoso.

Añadimos el turrón picado al cazo de la leche y la nata y removemos. Añadimos una pizca de sal (potenciará el sabor del helado). Ahora poco a poco y sin dejar de remover vamos incorporando la crema de yemas con azúcar. Batimos bien hasta que todos los ingredientes estén completamente integrados.
Con el fuego suave y removiendo, dejamos que cueza la mezcla durante unos minutos, hasta que empiece a espesar. Es importante que no hierva o se cortará. 
Apartamos del fuego y esperamos hasta que esté frío para pasarlo a un tupper o un bol y meterlo en el frigorífico. En el frigorífico, no en el congelador. En el frigorífico lo dejamos enfriar durante tres horas y pasado este tiempo, lo pasamos al congelador para empezar a trabajarlo o mantecarlo (convertir la crema en una especie de mantequilla rompiendo los cristales de hielo mediante el movimiento de remover e introducir aire en la mezcla).

Cuando lleve una hora en el congelador, lo sacamos, removemos con unas varillas y volvemos a dejar en el congelador. A la media hora repetimos la operación y añadimos la otra pastilla de turrón cortada en daditos. Durante la dos hora siguiente vamos sacando el helado del congelador y removiendo cada 15 minutos. Y por último, esperamos media hora, removemos, media hora más y volvemos a remover.

Listo. Ya lo podemos dejar en el congelador definitivamente hasta el día siguiente, y disfrutarlo cuando queramos.

El helado de turrón es una forma excelente de tomar este dulce navideño durante todo el año!

Espero que os guste!

Rossella


jueves, 27 de noviembre de 2014

CÓMO HACER AZÚCAR INVERTIDO EN CASA




Estoy haciendo Helado de Turrón, y para su elaboración necesito Azúcar Invertido, para que no cristalice y quede más cremoso, y como no tenía, pues ayer hice un poco, porque es muy fácil y sirve para muchas otras cosas aparte de para hacer helado.

Muchos sabréis qué es el azúcar invertido, pero para los que no lo sepáis, os cuento un poco de qué se trata y para qué sirve. Es que si lo buscáis en la Wiki os va a decir esto: "Es la disgregación por hidrolización de la sacarosa en glucosa y fructosa. Su nombre hace referencia a que el poder rotatorio de la solución frente a la luz polarizada es invertido por el proceso de hidrólisis que separa la sacarosa en sus dos subunidades." O sea… que no entendí nada, porque la Química y yo nunca fuimos grandes amigas.

En resumen, el azúcar invertido es lo que se obtiene de la reacción química que se produce al mezclar el azúcar de mesa (sacarosa) con agua, un ácido y bicarbonato sódico, y el resultado es un azúcar líquido con la consistencia de un jarabe o de miel.

Lo podemos encontrar en el mercado, pero como ya he dicho, hacerlo en casa es tan fácil que muchas veces lo habremos hecho sin darnos cuenta, porque haciendo algo de repostería que lleve líquido, azúcar y zumo de limón, ya estaríamos produciendo esa reacción química. También lo podemos encontrar en productos naturales como la miel o el jarabe de arce, por eso muchas veces sirve como sucedáneo de estos productos.

Para qué se usa:

Este tipo de azúcar tiene un 30% más de poder endulzante que el azúcar común o sacarosa, por eso se emplea mucho más en confitería y panadería o bollería.

Tiene un gran efecto anti-cristalizante, por lo que disminuye el punto de congelación de la mezcla de los preparados de heladería. Los helados resultan mucho más suaves y cremosos.

Aumenta la fermentación de las masas porque la levadura digiere mejor la glucosa y la fructosa por separado que la sacarosa. Además retrasa el resecamiento porque aumenta la retención de la humedad. Por ello al usar el azúcar invertido en bollería, repostería, confitería o panadería, los alimentos duran más tiempo blanditos y jugosos, y se consigue que estén más dulces sin necesidad de utilizar tanto azúcar. Se usa también para dar brillo a la superficie de la bollería.

Cómo hacerlo:

Para hacerlo, lo primero que vamos a necesitar es ponernos una bata blanca, unas gafas de bucear, y aprovisionarnos de probetas, un vaso de precipitados, un matraz y, muy importante, revolvernos el pelo mucho. Ya somos químicos locos, así que ya podemos empezar.
Jajajaja … es broma, pero sí que vamos a hacer química. Lo que os aseguro es que no explota.

Necesitaremos:
Gasificante de Repostería
350 gr de Azúcar común o de mesa.
1 sobre (el azul y el blanco) de Gasificante de Repostería (como los de la foto, o cualquier otra marca)
150 ml de Agua Mineral (agua embotellada)

En un cazo mezclamos el azúcar y el sobre blanco (el ácido), y añadimos el agua.
Ponemos al fuego y removemos hasta que se disuelva todo, y cuando rompa a hervir, apagamos el fuego y esperamos hasta que esté a una temperatura de 60ºC. Si no tenéis termómetro no pasa nada, tocáis el cazo y cuando esté caliente pero sin que queme, ya estará a buena temperatura. Entonces añadimos el sobre azul (el bicarbonato) y removemos bien hasta que esté completamente disuelto.
En este momento se producirá espuma, es normal, y poco a poco irá desapareciendo hasta quedar una mezcla cristalina de la consistencia de la miel o un jarabe.

Lo pasamos a un tarro de cristal que podamos tapar bien y aguantará hasta un año en perfectas condiciones sin necesidad de tenerlo en el frigorífico.

Es conveniente etiquetarlo para poner la fecha en la que lo hemos hecho.

Listo!!

Las proporciones a utilizar son más o menos las siguientes:

En heladería se recomienda sustituir un 25% del azúcar total por azúcar invertido.
En repostería entre el 10 y el 20%.
En panadería un 50%.

Saludos!

Rossella


lunes, 27 de octubre de 2014

PULPO AL HORNO AL ESTILO MURCIANO (ACTUALIZACIÓN Y RECETA DEFINITIVA)

Actualizo la receta. He encontrado la receta buena, la definitiva, la que sale tal cual lo he comido siempre en los bares, tascas y restaurantes murcianos.
Me la ha pasado mi hermano, que tras muchos ensayos y errores, ha dado con ella. Gracias Pedro!! :)
Yo estudié en Murcia, y recuerdo aquellas tardes y noches por las tascas, tomando vinos y cañas acompañados de marineras, reclutas, tigres, tostadas de sobrasada, y.... pulpo. Un pulpo exquisito, hecho al horno y con unas gotas de limón, que es uno de los mejores bocados que he probado en mi vida (en serio... no exagero).
Qué tiempos aquellos!! En fin....
Luego he buscado la receta de ese pulpo, y he encontrado varias, pero la que mejor sale, y la que más se parece es la siguiente:
Se coge un pulpo grande, muy grande, el mayor que podáis encontrar (porque encoge, y lo bueno de este pulpo es que los tacos sean lo más gordos posible), le quitáis la cabeza, lo laváis bien y lo metéis en una fuente de horno honda untada con aceite de oliva virgen extra. Por encima le echáis una lata y media de cerveza, una copita de coñac, unas hojas de laurel y el zumo de una naranja. Añadís un poco de sal, muy poca.
Se mete al horno medio hasta que al pincharlo con un palillo este entre sin problemas. 
Para que os hagais una idea, el pulpo que yo cociné pesaba 6,5Kg., y lo tuve 45 minutos en el horno.
Se sirve tibio, cortado en tacos de unos tres centímetros, sin más acompañamientos que un chorro de limón.

NOTA: Es mucho mejor que el pulpo haya sido congelado durante 24 horas por lo menos antes de hacerlo, porque así se rompen las fibras y está blandito. Así que ya sabéis, congeláis y descongeláis el pulpo antes de hacerlo. 

jueves, 2 de octubre de 2014

OLI GROGUET



La receta que traigo hoy es de esas viejunas y de pueblo. Es muy parecida a la Manteca Colorá que se hace por Andalucía, pero esta tiene menos ingredientes y en mi pueblo y alrededores la llamamos Oli Groguet (traducido al castellano literalmente sería Aceite Amarillito. Por el color, claro). Yo recuerdo comerlo desde siempre. Lo normal era verlo en las carnicerías, en recipientes grandes, y cuando la pedías te la servían a granel, a cucharadas, en un papel encerado o en una cajita de plástico.

También la vendían en "El Economato"… creo que se llamaba así… Yo era muy pequeña… Tan pequeña que de lo que más me acuerdo es del gran mostrador de aquella tienda, que me sobrepasaba la cabeza. Era alto y de madera oscura. Al entrar estaba a la derecha, haciendo ele… y sobre él la caja registradora antigua junto a un montón de papeles de estraza cortados en dos o tres tamaños, para envolver, y un tarro de caramelos... Tras el mostrador una gran estantería también en madera robusta oscura, llena de tarros, cajones, cajitas, latas, botellas… y Maruja, la señora rubia peinada siempre con moño, grandota y simpática que regentaba la tienda.
Siempre recuerdo ir de la mano de mi madre o mi abuela. Al llegar me sentaban sobre el mostrador y Maruja sacaba uno de aquellos caramelos de colores para dármelo. Mientras yo rechupeteaba aquel caramelo que casi no me cabía en la boca, mi madre o mi abuela hacían su pedido a Maruja. Harina, garbanzos, bacalao en salazón, arroz, oli groguet, almendras, conservas, aceitunas, vino, uva … pero también cuerdas, puntillas, pañuelos, alfileres, cedazos, semillas… Había de todo. Era como aquellas tiendas del Oeste, que lo mismo tenían un vestido, que un saco de trigo, que una azada….
Una vez me empeñé en ir yo sola a la tienda. Quedaba cerca de casa de mi abuela, y a finales de los 60 todavía podía ir sola por la calle una niña de 4 años sin miedo a que le pasara nada, y menos en un pueblo pequeño y por las calles del casco antiguo… Mi abuela me dio un papelito con lo que quería que le llevase apuntado… No recuerdo lo que era… Recuerdo intentar asomarme al borde del mostrador, haciendo puntillas, pero no me llegaba ni la nariz a la cima! Como pude dejé el papelito estirando mucho los brazos, hasta que vi el moño de Maruja asomando por encima. Salí de allí la mar de contenta, con mi caramelo en la boca y el paquetito de papel de estraza… pensando que ya era muy mayor!

Pero no me hagáis mucho caso… son sólo recuerdos muy vagos de una niña de 3 o 4 años….

En cuanto a la receta, como decía antes, los ingredientes son menos que para la manteca colorá, porque por aquí lo comemos untado en pan fresco o tostadas y, según apetezca, espolvoreado con azúcar o con un poco de sal, así que no lleva ajo ni orégano, ni otras especias.

Los ingredientes que yo uso son:

250 gr de Tocino fresco
250 gr de Manteca de cerdo ibérico
2 cucharadas de Aceite de Oliva Virgen Extra, arbequina
1 cucharada de Pimentón dulce, si es de la Vera mejor

Y lo único que hay que hacer es cortar el tocino en trozos y ponerlo junto con la manteca y el AOVE a calentar en una olla, a fuego medio, hasta que el tocino haya soltado toda la manteca. Hay que remover de vez en cuando.
Cuando esté todo convertido en un líquido de consistencia parecida a la miel caliente, se aparta del fuego y se cuela para eliminar cualquier impureza.
Esperamos dos o tres minutos hasta que temple un poco y añadimos el pimentón, removemos y vertemos la mezcla en un recipiente (que no sea muy feote, que luego se presenta ahí mismo!!).
Para acabar, lo metemos en el frigorífico para que solidifique y lo mantenemos ahí. Cuando vayamos a consumirlo, lo sacamos un ratito antes para que no esté tan duro (aunque es fácil de untar, porque no se pone tan duro como la mantequilla).

Se come, como ya he dicho, untado en pan fresco o en tostadas, y espolvoreado con azúcar o sal, al gusto.

Engorda? Nooooooooo (ni ná!!!, un montón, así que la capa sobre el pan, ligerita. O bueno… allá cada uno!) Pero está muy bueno!

En lugar de pimentón dulce se puede usar también mezcla de dulce y picante, si sabemos que nos gusta más con sal que con azúcar.

Espero que os guste.

Rossella


jueves, 4 de septiembre de 2014

CREMA DE CACAO LIGHT



Si juntásemos toda la Nocilla que mi hermano y yo nos hemos comido de pequeños podríamos llenar un camión cisterna.

Éramos Niños Nocilla total. Éramos "los hombres fuertes de Nocilla", fuertes, alegres y deportistas, llenos de vida y de energiaaaaaa. Leche, cacao, avellanas y azúcar, No-ci-lla! Vamos, que yo soy el presidente de Nocilla y nos pongo un monumento en la entrada. 

Así estábamos de rollizos y sanotes… aunque yo de "hombre fuerte" tenía más bien poco, sobre todo porque era una niña, ejem… Niña, chica fuerte en todo caso… ejem… Y ahora podría decir que me dieron un premio por publicidad no sexista, pero eso fue hace tiempo, pero lo digo porque es cierto y por tirarme el moco un poco, que nunca lo hago y conste que me repatea eso de "médico y médica, oyente y oyenta o … etcétera y etcétero!"… pues eso, que me lo dieron, y que me ha venido a la cabeza por lo de los Hombres Fuertes, claro que a mi eso me importaba un pito de pequeña… a mi lo que me gustaba eran los bocatas de Nocilla después del cole viendo Marco (que mi hermano no podía tragar el bocado porque "se me hace una bolita aquí", tocándose la garganta, al ver a Marco sufrir por su madre, por Amedio, por el barco, por los Apeninos y por los Andes, y se pasó toda la serie moqueando y comiendo bocatas, mi hermano digo, Marco sólo moqueando).

Tanta comimos que mi madre estuvo años sin tener que comprar vasos para la casa del campo, porque además los vasos eran igual de fuertes que los hombres de Nocilla. Como dirían en mi pueblo, duraban más que un culo de mortero en un bancal (nótese la expresión fina).

Bueno pues como la tierna edad de la infancia en la que todo lo quemas, porque lo normal es ir como una moto todo el día, ya se me pasó hace mucho tiempo, he pensado que para matar el gusanillo de la dichosa cremita de chocolate sin sentir unos remordimientos terribles, estaría bien una crema de cacao light. Eso sí, negra, que yo era más de la negra que de la blanca. Y hete aquí que se me ha ocurrido lo siguiente, y… no está nada mal el invento.
Ah! como catadores y críticos gastronómicos he usado a mis sobrinos Jaime y Lucía, que me han dicho que estaba muy rica. De Jaime me fío más, que es un experto chocolatero. DeLucía no es que no me fíe, es que me temo que soy su tía favorita (porque no tiene más, todo hay que decirlo).


Y a lo que vamos, estos son los ingredientes:

1 terrina de Queso tipo Philadelphia Light
2 cucharadas soperas de Cacao en polvo sin azúcar
1 cucharada de sacarina o edulcorante al gusto
Avellanas picadas para espolvorear

Es mejor esperar a que el queso esté a temperatura ambiente para que se puedan mezclar todos los ingredientes (excepto las avellanas picadas) con más facilidad, porque sólo hay que hacer eso, mezclar el queso, el cacao y el edulcorante hasta obtener una crema uniforme.
Luego lo untamos en pan y espolvoreamos con las avellanas picadas.


Hombre! Nocilla no es, pero se puede comer sin remordimientos y sin tener que subir andando el Turmalet para bajar las calorías (esas desagradecidas que quien las inventó se quedó a gusto!! Jumm!)

Saludos!

Rossella

miércoles, 27 de agosto de 2014

YOGURT HELADO CON AOVE Y SAL MALDON



 Me-Mue-Ro-De-Ca-Lor!!!!!!
Vale, sólo estamos a 30 grados, pero la sensación es de 300 por lo menos!! (Y Olé!! Ozú!! que parezco andaluza por lo exagerada!!)

Necesitaba algo fresquito y he encontrado algo delicioso aunque parezca a primera vista una cosa un poco rara: Yogurt helado con Aceite de Oliva Virgen Extra y sal Maldon.
Lo he encontrado en Very Easy…Kitchen, y al verlo no he podido resistir la tentación de probarlo.


Es lo que parece, algo diferente, original y delicioso que no puede más. Una de esas recetas express, que no cuestan nada de hacer, que llevan muy pocos ingredientes y con las que puedes sorprender a todos.


Cuando la he probado lo primero que me he preguntado es: ¿Postre o aperitivo?. Pues francamente querida… me da igual. Perfecto para las dos opciones.

Los ingredientes son tan sencillos como:
1 Yogurt griego
2 cucharadas rasas de Azúcar glas (si usáis un yogurt edulcorado o azucarado esto no se pone)
1 cucharada sopera de AOVE, aceite de oliva virgen extra del mejor que podáis encontrar. Yo he usado Olivares del Derramador variedad Koroneiki, por aquello del yogurt griego y que las aceitunas Koroneiki son de procedencia griega.
Un pellizco de escamas de Sal Maldon.

Se mezcla el yogurt con el azúcar (si usáis azucarado o edulcorado os saltáis esto).

Se mete el yogurt en el congelador unas dos horas, hasta que esté casi congelado pero se pueda remover y quede como nieve.

Se pone en un bol pequeño, vasito o copa de helado. Se rocía con el AOVE y se salpica de escamas de sal.

Se sirve de inmediato.


Os aseguro que está riquísimo!! Ya me diréis…

Os dejo, voy a meterme un rato en el congelador!!

Rossella

jueves, 21 de agosto de 2014

TÊTE DE MOINE, EL QUESO QUE SE SIRVE EN FORMA DE FLOR


Conocí este queso en Benidorm, en la "zona de los Vascos", un conjunto de calles en el casco antiguo de la ciudad (creo que la más conocida de estas calles es la de Santo Domingo, pero para quien no conozca mucho Benidorm, es la zona que va desde la Playa de Levante hasta el Ayuntamiento), repletas de bares, restaurantes, y locales de tapeo donde pasar un rato muy agradable comiendo y bebiendo, rodeados de muy buen ambiente.
Pues en uno de estos locales, uno muy pequeñito en el que se sirven ostras riquísimas, fue donde probé por primera vez estas flores de queso acompañadas de una guindilla roja muy picante, y un vino blanco helado (ahora no recuerdo cual era). 

El Tête de Moine es un queso semi duro, suizo, elaborado por primera vez hacia el S.XII por los monjes benedictinos de la Abadía de Bellelay, en el Jura bernés, el cantón francófono de Berna, para aprovechar la abundancia de leche de vaca del verano para los meses de invierno. Su aroma y sabor son intensos, su masa compacta y tiene una original forma cilíndrica más alto que ancho, que lo hacen diferente a los quesos suizos más conocidos o populares.

Esta variedad de queso se conoció en un principio con el nombre de Bellelay, y en el año 1570 es de cuando data la primera referencia. Pero fue más tarde, durante la Revolución Francesa, cuando se desmanteló la abadía, el queso se fabricó en las queserías de la zona, y se empezó a conocer como Tête de Moine, que significa cabeza de monje en francés. Parece ser que el nombre de este queso se debe a los monjes que lo inventaron, que siempre tenían en su mente este manjar, aparte de por el parecido entre la forma del queso y la tonsura de los monjes, así que podríamos decir que debe su nombre a un corte de pelo.


LA GIROLLE

Este queso no se corta con cuchillo sino que se raspa, sirviéndose en forma de flores. Esto de raspar el queso lo descubrieron los monjes más pícaros de la abadía, según dicen, que para que no se notase que por las noches hacían excursiones a la despensa, raspaban el queso en lugar de cortarlo así se notaba menos la mengua. Y así, disimulando su pecadillo, se dieron cuenta de que cuanto mayor era el contacto del queso con el aire, mejor era su sabor.


Los monjes de Bellelay raspaban el queso con una navaja (suiza, claro), o con un cuchillo, como si estuvieran pelando una manzana, y así se hizo durante siglos hasta que en 1982 Nicolas Crevoisier inventó la Girolle, un pequeño utensilio que permite cortar el queso con mucha facilidad y obteniendo las flores o rosetas que recuerdan mucho a la flor del clavel.
Crevoisier era un mecánico de precisión que trabajaba en la industria relojera y cuando ésta entró en crisis, se dedicó a inventar un utensilio que facilitara el raspado del cabeza de monje, pues se requería cierta habilidad para hacerlo. Así se le ocurrió la poco respetuosa idea de clavar la cabeza del monje sobre un eje…. y funcionó! Tanto que se multiplicaron por diez las ventas del queso…

La girolle está compuesta por una base redonda de madera y una cuchilla unida a un eje en su parte superior. La pieza de queso se clava en el eje de forma que con los giros de la cuchilla van apareciendo las rosetas.
Para que el corte sea limpio y las flores queden perfectas, es muy importante que el queso esté recién sacado del frigorífico.

El Tête de Moine obtuvo su Denominación de Origen en el año 2001 y tanto ésta como el raspado en flor están protegidas de imitaciones por la ley (pero… aunque me metan en Chirona… como tengo una girolle, he probado a hacer flores con otros quesos y salen con muchos de ellos… Eso sí, prometo palabrita del Niño Jesús que sólo lo he hecho para consumo propio y en la intimidad de mi hogar!!! Que me veo con el pijama de rallas y la bola en el tobillo!!)

Es un queso para disfrutar con todos los sentidos: Sabroso, intenso y ligeramente picante. Extremadamente oloroso, muy intenso y tradicional. De forma cilíndrica y color amarillento-anaranjado. Duro al tacto, compacto, untuoso y denso. De pasta blanda, fácil de raspar y con pocos ojos.

CÓMO Y CON QUÉ SE COME?

Pues sólo, recogiendo la flor directamente de la girolle con los dedos, disfrutando de su fragancia, es una manera perfecta de degustarlo. Pero se puede pasar ligeramente el final de la flor por encima de un plato con pimentón dulce y darle así un toque muy especial.
Se puede acompañar, como suelo hacerlo yo, de piparras, pero si se prefiere servirlo como postre, resulta perfecto con frutas como uvas o higos.
Marida especialmente bien con vinos blancos. Perfecto con el Chasellas suizo, pero también con verdejos, gallegos como el albariño y tintos jóvenes o con poca crianza.


Es un queso que me encanta, es delicioso, original y bonita su forma de servirlo. Lo tiene casi todo… sólo le falta… ser español! jaja Aunque en España no nos podemos quejar precisamente de falta de quesos espectaculares y de los que ya me iré ocupando poco a poco.

Espero que comprobéis por vosotros mismos lo riquísimo que está este queso…

Saludos

Rossella

jueves, 7 de agosto de 2014

TOMATES AL HORNO


Tomates, redondos como ruedas…. Sí, y no estoy de broma, que no tiene ninguna gracia!
Es que estoy obsesionada.
Hoy para mi la cuadratura del círculo no existe. Todo son círculos, redondos, como tomates, como los balones de Nivea que no sé por qué ya no tiran desde avionetas, como sandías (las redondas, no las cuadradas que fabrican los chinos, o eran los japoneses?? bueno, da igual, las redondas), como la cara de Alice (qué Alice? da igual, una que conozco), como…. las ruedas de un coche y más exactamente, las de mi coche!
Llevo quince días esperando las malditas ruedas!
Que voy a pasar la revisión del coche hace 15 días y me dicen que tengo la ITV para pasar desde enero.
Como??? Perdona??? Desde enero??? Y por qué nadie me ha avisado???
Pues porque ahora ya no avisan… sólo a veces.
Vale, pues me pillo la oferta y me la pasáis vosotros.
Sí señorita, pero con estas ruedas… no la pasas.
Vale, pues las cambio.
Te doy presupuesto?.
Claro!.
Cling!! (Whatsapp) Que me digas lo que te dicen! Que tengo que cambiar las ruedas. Todas??? No, las de atrás. Pues que te den presupuesto. Ya, ya.
A ver, las más caras 480€, las más baratas 350.
Juer! entre el pastón de la revisión y las puñeteras ruedas este mes ni fumo! Bueno… ponga las baratas.
Cling!! (Whatsapp) Que qué te dicen?? Que 350€. Cómo??? Pasa!! que yo te las saco más baratas!! Es que no paso la ITV! Da igual, la pasas pasado mañana, mañana tienes aquí las ruedas. Bueeeeno.
Oiga, que no ponga las ruedas, que ya me las busco yo.
Pues no pasas la ITV…
Ya, ya… sólo revisión.
Cling!! (Whatsapp) Qué? se lo has dicho? Siiiii…. Bien, esta tarde las pedimos por internet y en 24 horas las tienes. Bueeeeno.
Mamá, me estoy mareando…
Pues espera a que salgamos del taller!!
Le pido un taxi?
Si por favor.
Mamá…. me mareo.

Cataplúm!
En fin….

Hoy es la bendita hora que ni tengo las ruedas, ni he pasado la ITV. Cada vez que lo pienso mi cara se pone del color de los tomates y me sale humo por las orejas. Total, por ahorrarme 50€, aquí estoy sin poder moverme. Porque a ver a quién hago caso yo ahora… Uno me dice que puedo circular, que las ruedas un poco gastadas en verano no es como en invierno que llueve y si no me han pillado en 8 meses, no me van a pillar ahora en 15 días sin la ITV… Y el otro me dice que ni se me ocurra!!! vamos, que ni a por el pan con ese coche!!
Y digo yo…. Tengo que hacer caso??? Si lo que me ha pasado es por hacer caso!! La próxima vez voy a hacer lo que me salga de los tomates!!
Que me enciendo….

Bueno, tomates.
Esto es mucho más sencillo que lo de las ruedas, y mucho más viejuno que ir en carro (ojalá, ves?? entonces ni se fijaban en el desgaste los guardiaciviles…)

Ingredientes:

Tomates grandes carnosos y maduros
Ajos
Sal
Pimienta
Pimentón dulce
Perejil picado
Aceite de Oliva Virgen Extra

Precalentamos el horno a 220ºC.

Antes de asarlos

Se cortan los tomates a la mitad y se colocan en una fuente de horno.
Se pelan los ajos (1 por cada mitad de tomate) y se cortan en 4 rodajas.
Se introducen los ajos en la parte de los tomates que están las semillas.
Se salpimentan.
Se espolvorean con pimentón y perejil.
Se rocían con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra.
Se hornean hasta que estén bien dorados, casi casi pasados de dorados.
Se sirven tibios o fríos.

Riquísimos como acompañamiento en barbacoas, sobre pan tostado o solos.

Espero que os gusten,

Feliz verano!

Rossella

lunes, 4 de agosto de 2014

TARTA DE CHOCOLATE DE ALBA



Verano y chocolate parece una combinación incompatible con la estación, pero no, y no porque esta sea una receta ligera y refrescante, sino porque anoche comimos muchos esta tarta sin ningún atisbo de remordimiento posterior, y diecisiete personas a la vez no pueden estar equivocadas. Por qué? Pues por una de esas razones simples, comprensibles y nada misteriosas que se corresponden con una lógica aplastante y que hacen que te dejes llevar por el sentido del gusto: simplemente, estaba buenísima.

La tarta la hizo Alba (sevillana de 18 añitos, preciosa y muy aficionada a la repostería), que está pasando unos días en casa y la llevó a la cena del pasado sábado. Por eso no tenemos fotos del corte, porque no era plan de llevarla empezada…

Le pedí la receta y aquí la dejo, por si os apetece probarla.

Hay que hacer dos bizcochos iguales, porque luego los partiremos en dos capas cada uno, de forma que tengamos cuatro capas y podamos poner nata entre ellas.

Los ingredientes para un bizcocho son:
250 gr de Chocolate negro 70% cacao
75 ml de Agua
175 gr de Mantequilla en pomada
250 gr de Azúcar mascabado o moreno
4 Huevos
100 gr de Harina de repostería (de la que lleva levadura)
50 gr de Cacao amargo en polvo

Los ingredientes para el relleno son:
250ml de Nata para montar (con el 35,1% de materia grasa, para que aguante firme mucho tiempo)
2 cucharadas soperas de Azúcar

Los ingredientes para la cobertura:
200 gr de Chocolate negro 70% cacao
2 cucharadas soperas de Agua
200 gr de Queso Mascarpone
100 gr de Queso tipo Philadelphia

Empezamos con el bizcocho, que se hace así:

- Precalentamos el horno a 160ºC.

- Preparamos un molde de 20cm, untándolo con mantequilla y forrándolo con papel de hornear. El molde debe ser alto, de unos 10 cm.

- Ponemos en un bol el chocolate con el agua, y lo derretimos en el microondas a mínima potencia o al baño María. Removemos bien y reservamos.

- Batimos la mantequilla con el azúcar moreno y vamos añadiendo los huevos uno a uno junto con una cucharada de la harina y batimos bien hasta que se integre cada huevo. Añadimos el chocolate derretido a esta mezcla. Batimos un poco más.
Añadimos el resto de la harina y el cacao amargo y removemos hasta que todo quede bien integrado.

- Vertemos la mezcla en el molde y nivelamos un poco la superficie.

- Horneamos durante una hora más o menos a 160ºC. El centro debe quedar un poco blando y pegajoso, así que cuando metamos el palillo para comprobar la cocción éste debe salir un poquito sucio.

- Dejar enfriar y cortar en capas. Lo normal es que la parte de arriba quede un poco hinchada, así que esa parte la cortamos y desechamos, y el resto del bizcocho lo partimos en dos con un cuchillo de sierra para obtener dos capas iguales.

- Hacemos el otro bizcocho procediendo del mismo modo.


Ahora hacemos el relleno:

- Batimos la nata con las varillas y cuando esté a medio montar, añadimos el azúcar y seguimos montando hasta que quede bien firme. Reservamos en el frigorífico.

Y por último, hacemos la cobertura:

- Ponemos en un bol el chocolate con el agua, y lo derretimos en el microondas a mínima potencia o al baño María. Removemos bien y reservamos.

- Mezclamos el mascarpone con el Philadelphia y le añadimos el chocolate derretido. Removemos bien.

Para montar la tarta:

Cubrimos el plato de presentación con papel de hornear o papel de aluminio, da igual, sólo es para proteger el plato de las manchas. El papel debe estar cortado en dos trozos, con la junta en el medio, para que cuando lo retiremos podamos sacar un trozo por un lado y el otro por el otro y sea más fácil y limpio. (A ver si puedo hacer un dibujo que lo explique mejor…)
Cortamos un círculo de papel de hornear del tamaño de la tarta y lo colocamos en el centro del plato que hemos protegido.
Sobre el círculo de papel ponemos la primera base de bizcocho y encima una capa de nata montada. Otra de bizcocho y otra de nata, y así hasta terminar con una de bizcocho.
Cubrimos toda la tarta con la cobertura.
Con cuidado metemos una espátula limpia entre el círculo de papel de debajo de la tarta y el papel de protección y retiramos con cuidado este último tirando suavemente por un lado y luego por el opuesto (el dibujo es necesario!!! voy con él!!).



Espero que con el dibujo se entienda mejor….

Pues ya está lista la tarta!
Queda con un intenso sabor a chocolate, esponjosa y húmeda. Una delicia!

Gracias por la receta Alba!


martes, 17 de junio de 2014

LAS TORTAS DE INESITA (Y RECETA DE TORTAS DE ACEITE)

      Nacimos con diecisiete días de diferencia. A mi madre durante el embarazo le dio por comer leche recién ordeñada acompañada de anchoas de bota. A mi tía no lo sé, la verdad, pero seguro que le espantaba la nueva afición de mi madre. Hermanas y embarazadas al mismo tiempo, pasaban mucho tiempo juntas, así que supongo que Inés y yo nos empezamos a intuir muy pronto.

    Somos hermanas de leche. Así se decía antiguamente, “hermanas de leche”. Antiguamente he dicho???? ANTES!, así se decía ANTES, no “antiguamente”. De “antiguamente” nada!.

      Sí, por lo visto mi tía no tenía mucha leche y a mi madre le sobraba (no sé si por la leche recién ordeñada o por las anchoas…), por eso cuando la pequeña Inés se quedaba con ganas de más, mi madre se la enganchaba también a ella. No sé si eso une, pero la verdad es que siempre he tenido un cariño especial por mi prima y siempre recuerdo con cariño nuestra infancia.

      Este es uno de esos recuerdos, sus tortas!



      Era mi primer cumpleaños. No sé qué querría Inés, pero me temo que lo consiguió. Y es que Inés, alias “Eliot Ness” como la llamaba el abuelo Octavio, era una niña bastante movidita (por no decir más mala que un dolor!), que le gustaba llevar la iniciativa y no tenía una idea buena, lo que quería lo conseguía. Me encantaba jugar con ella, porque yo que era más tranquila y no me atrevía con muchas cosas, me sentía segura con ella, me divertía!

      Inés comía de todo, y cuando digo “de todo”, es de todo. Y yo con ella! Me contaron que su madre la llevó asustada al pediatra cuando se dio cuenta de que la niña comía piedras y a veces la había pillado mordiendo las esquinas de las paredes de yeso. Yo lo intenté… pero no pude! (también intenté comerme las uñas de un poco más mayor…y tampoco!). Por cierto que el pediatra no le dio importancia. “Ya se le pasará, eso no es nada” dijo. Eran otros tiempos. Si eso pasa ahora tienen a la niña haciéndole pruebas y en observación un mes, y luego al psicólogo! Antes no, antes todo era más…natural.

      Recuerdo el jardín de su casa de San Vicente. Jugábamos horas allí. Muchas veces “a comiditas”. Pobres bichos… Los poníamos sobre una hoja-plato y los machacábamos con un palo (un palo!!) para hacer sopitas… No sé si probábamos los platos, pero…seguramente. Eso sí, sabíamos de qué color eran por dentro todos los bichos del jardín. Seguro que Inés no se acuerda… (no te hagas la loca ahora!). Aquel jardín era genial para jugar. Tenía hasta una rampa que subía al garaje y que a nosotras nos servía para colocar al perro debajo y saltar a caballito sobre él!. Pobre perro…

      Su casa estaba al lado de la fábrica de jamones de su padre y su tío. Eso nos daba mucho juego, porque podíamos pasar sin muchos problemas donde estaban los cerditos (cerditos y cerdotes!, que había algunos enormes!). A veces nos acompañaba alguna persona mayor a verlos, pero otras nos la apañábamos para ir solas…. Y teníamos un palo escondido (otro palo!!) para, por si acaso dormían, despertarlos. Lo que decía… ni una idea buena!, que tendríamos cinco o seis años!! Nos asomábamos entre el primer y el segundo tablón de madera de la valla y… a divertirse. Pobres cerdos…

      Y luego, a pasear por la fábrica. Dos retacas viendo cómo despiezaban a los gorrinos como si tal cosa. Valientes… Todavía recuerdo ese olor dulzón, húmedo y caliente. Y el olor salado de los secaderos. Y el sabor del jamón, claro!! Y el del queso, los embutidos, el vino y demás exquisiteces que se tomaban en la bodega de la fábrica mis tíos, sus amigos, trabajadores y demás afortunados de vez en cuando.

      Ahora Inés, seguramente por herencia de su padre, el Tío Juan, se ha convertido en una amante de la buena mesa y las exquisiteces; basta de piedras, yeso, bichos… aunque sigo dando fe de que come de todo y todo le gusta (prueba de ello es que siempre pincha en “Me gusta” en mis publicaciones en Facebook… Gracias prima! Jaja Sólo por eso te has ganado esta entrada!).

      Y ahora dirá que no se acuerda de nada… como si lo viera!
      Y a los que habéis leído esto deciros que ni se os ocurra pensar que fuimos unas niñas asalvajadas, tremendas y maléficas! Sólo estábamos un poco loquitas…cuando nadie nos veía!.

      Un beso prima! Te quiero.


Y de paso le dedico una receta de Tortas de Aceite


Ingredientes:

Para la masa de arranque:
70 gr de Leche entera
10 gr de Levadura fresca
1 cucharadita de Azúcar
130 gr de Harina de Fuerza

Calentamos un poco la leche, que esté tibia. Disolvemos la levadura en ella y agregamos el resto de ingredientes amasando hasta formar una bola.
Esta bola la ponemos en un bol con agua tibia (suficiente agua como para que la cubra), y esperamos a que flote, que estará lista para usar. Tardará unos 10 minutos, así que mientras podemos hacer la otra masa.

Para la masa:
600 gr de Harina de Fuerza
5 gr de Levadura fresca
15 gr de Sal
300 ml de Agua tibia
60 ml de Aceite de Oliva Virgen Extra Arbequina

En un bol disolvemos la levadura en el agua tibia. Añadimos la harina, la sal y la masa de arranque, y amasamos durante unos minutos, hasta que la masa vaya tomando cuerpo. Entonces vamos añadiendo el aceite poco a poco integrándolo en la masa. Seguimos amasando unos 10 minutos más y dejamos reposar la masa durante 90 minutos. La masa queda muy blandita.

Pasado este tiempo, dividimos la masa en cuatro partes iguales (más o menos), nos untamos bien las manos con aceite y las aplanamos sobre un papel de horno. Las dejamos de un centímetro y medio de grosor aproximadamente.
Ahora tienen que volver a reposar durante una hora.

Precalentamos el horno a 250ºC, y metemos un recipiente con agua en la parte baja del horno para generar un poco de vapor. Cuando las vayamos a meter lo bajamos a 220ºC.

Cuando haya pasado la hora, con el dedo hacemos hoyitos por toda la torta, como pinchándola. Rociamos con aceite de oliva virgen extra y espolvoreamos con sal Maldon, orégano y pimienta.

Horneamos a 220ºC, sin sacar el recipiente de agua, durante unos 25 minutos, hasta que las veamos doradas.

Al sacarlas del horno las volvemos a rociar con aceite.

Listas!!

Espero que os gusten… y que te gusten Inés!

Rosse